¿Dónde termina lo normal físicamente en nuestro organismo?

No se juzgue superflua tal interrogante. Frente a un nacido sin cabeza nadie duda en catalogarlo un monstruo. Pero se presentan infinidad de situaciones en las cuales es difícil deslindar lo normal de lo que no lo es. Algunos antropólogos han elaborado tablas de medida del cuerpo humano; índices y proporciones entre sus segmentos. Los fisiólogos se han esfor zado por establecer constantes en cuanto a funciones, a porcen tajes de células, componentes de la sangre, etcétera. Los patólogos se preocupan en averiguar el límite de lo normal en nuestro organismo desarreglado. Los test de inteligencia -por cierto discutidos- clasifican a los seres humanos mediante coeficien tes. Datos antropométricos y constantes fisiológicas admiten un máximo y un mínimo numérico.
Se deben tener en cuenta los caracteres propios del individuo -su etnia, ya que no existen razas humanas puras- y los factores externos -lugar geográfico, habitat, alimentación, género de vida, costumbres.
A pesar de las tablas internacionales y de algunas regionales o locales, el problema de lo normal -en cuanto a formas, estructuras y funciones- desemboca, obligadamente en el terre no polémico.
Además, los conceptos varían a través del espacio y el tiempo. Es innegable una fisiología étnica y una fisiología geográfica de las cuales derivan las respectivas patologías.
Un ejemplo menor pero ilustrativo: los estertores crepitantes. Son ruiditos leves que el médicos oye en trance de auscultar los pulmones.
Décadas atrás, cuando el diagnóstico clínico se basaba en los sensorios del médico, tales estertores -los del vértice pulmonar en particular- tenían un valor de inflamación del órgano. Eso aprendíamos los estudiantes de excelentes maestros auscultadores, a quienes tratábamos de imitar aguzando nues tros oídos. Y diagnósticos incipientes de tuberculosis se formu laban así cuando la radioscopia y radiología recién comenzaban a ser corrientes.
Transcurrieron los años sin variantes en cuanto al valor de tales estertores. Como síntoma de inflamación pulmonar, revelable por cuidadosa auscultación.
Revisando periódicos extranjeros, encuentro en uno de 1982 un artículo titulado: "Prevalencia de estertores crepitantes en pulmones sanos" en 52 sujetos no fumadores durante la inspi ración. Pudieron registrarse electroacústicamente.
Huelgan los comentarios. ¿Cuántas mutaciones en nuestros conceptos anclados? Otrora al cabo de añares, en el presente, en meses, en días.

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